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08-11-2017

Un estudiante pampeano vende pañuelos en las calles de Mar del Plata para recibirse de arquitecto

Tomás Videla (22) decidió dejar Santa Rosa (La Pampa) para estudiar Arquitectura en Mar del Plata, pero jamás se imaginó que un día iba a terminar vendiendo pañuelos en una esquina de “La Feliz” para costearse los estudios. Las ganas de cumplir el sueño de convertirse en el primer universitario de su familia pudo contra todos los prejuicios.

Y así se tiró a hacer lo que tenía a mano. Lo acompaño con las mismas ganas y necesidades su amigo Axel Coronel (24) al que conoció en un hostal, cuando llegó desde San Miguel del Monte para estudiar Psicología.

Dicho y hecho. Se colgaron unos carteles que los identifican como alumnos universitarios y se pararon en la esquina de avenida Colón y San Juan. Los primeros días fueron duros, incluso frustrantes, pero las ganas de seguir adelante pudieron más y no decayeron. “Nosotros sabemos lo que queremos: estudiar y recibirnos. Así que no nos vamos a rendir aunque la situación se ponga difícil”, dijeron Tomás y Axel al matutino marplatense La Capital.

Mar del Plata unió a estos dos amigos hace poco más de un año, cuando coincidieron en un hostel al que vinieron a vivir con el propósito de seguir una carrera universitaria. Desde entonces forjaron una amistad que les permite no sólo compartir la vida lejos de sus seres queridos, sino también darse ánimo y pensar estrategias para salir adelante.

“Estuve trabajando en una carnicería diez horas por día. Apenas me alcanzaba para vivir y no llegaba con el estudio y la cursada, pensé que tenía que hacer otra cosa mientras estaba parado en una esquina y veía a una persona que vendía pañuelos”, relató Axel al ser consultado sobre cómo surgió la idea. Ese día al regresar a la casa que alquila junto a Tomás, le comentó la idea. Y así es como empezaron “el estudio de mercado” para saber dónde conseguir las cajas de pañuelos más económicas.

“Sabemos que queremos estudiar y recibirnos, por eso llevamos al día la carrera. Pero muchas veces nos pasó que no nos alcanzaba para comer, así que no había excusa, algo teníamos que hacer”, recordaron. Ambos jóvenes tienen en claro que concretar sus estudios universitarios es el puerto al que quieren llegar. “Vender pañuelos en una esquina es un trabajo digno, así que no tenemos motivos para sentirnos mal”, aseguraron y explicaron que una estrategia que los ayudó a subir las ventas fue ponerse carteles que los identifican como estudiantes.

El de Tomás, como buen alumno de Arquitectura, fue pensado y diseñado. Mientras que el de Axel, es “de puño y letra”, confesó entre risas. “Cuando recién empezás sos tímido, cuesta acercarse a los autos para ofrecer los pañuelos y es difícil también sentir la indiferencia de mucha gente”, comentaron. Al incorporar los carteles que los identifican, las ventas no sólo mejoraron, sino que hasta se estableció un intercambio con los conductores. “Te preguntan en qué año estás, el profesor de una materia o hasta llegás a intercambiar alguna idea. Es que los carteles hicieron que todo cambiara y que vendamos más”, relataron.

Desde hace casi dos meses, cuando comenzaron con esta iniciativa, llevan vendidos miles de pañuelos que les permiten ganar unos 400 pesos por día. “Nos vamos acomodando de acuerdo a los horarios de cursada y estudio, tratamos de ir todos los días, pero lo bueno es que este trabajo nos permite seguir al día con la carrera”, comentaron. Axel y Tomás siempre van juntos… salvo contadas ocasiones como cuando el primero se hace una escapada a su San Miguel del Monte natal para visitar a la novia. A Tomás, la distancia entre Santa Rosa y Mar del Plata (730km), y el alto costo del pasaje, hace que las visitas a la familia sean más esporádicas. “Nuestra idea es terminar la cursada y finales, pasar las fiestas con nuestras familias y regresar en la temporada a trabajar y juntar dinero para el año”, comentaron.

En la actualidad Tomás recibe ayuda por parte de la Universidad Nacional y de la Facultad a través de una media beca y apuntes gratis, lo que le permite también sostener su economía. “Nuestras familias son humildes, de gente trabajadora que le cuesta mucho llegar a fin de mes, por eso sabemos que tenemos que bancarnos nosotros”, explicaron. En el caso de Axel, es el mayor de cuatro hermanos y se convertirá en el primer universitario de la familia. “Hice el primer año del profesorado de biología porque mi mamá hace eso, después pasé por psicopedagogía hasta que me dijeron, lo tuyo es la psicología, y ahí encontré mi vocación”, relató el joven.

Por su parte Tomás, se recibió de maestro mayor de obras en Santa Rosa, y enseguida supo que quería ahondar más en el mundo de la construcción. Entonces tuvo la oportunidad de venir a Mar del Plata, averiguar sobre la carrera, y anotarse.

“Los dos pensamos parecido, hasta soñamos con proyectos a futuro cuando nos recibamos. Mientras tanto transitamos el día a día haciendo frente a lo que nos toca, pero seguros del camino que queremos transitar”, dijeron. Las palabras de los jóvenes son tan claras como las ganas de seguir adelante que tienen, a pesar de adversidades: “Hay gente que nos dice en la esquina: no aflojen. Y eso es una ayuda para seguir adelante y cumplir nuestro sueño: ser universitarios”.

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