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10-11-2017

DÍA DE LA TRADICIÓN

Hernández y Fierro

Por Jorge Pablo Rosolen

El pecado que tienen muchas literaturas es el del costumbrismo, sobre todo las de nuestro continente americano y más especialmente en el siglo XIX. No porque el costumbrismo tenga intrínsecamente algo malo, simplemente porque la anécdota se agota en sí misma. Las distintas literaturas llegan a su mayoría de edad cuando se universalizan y sus producciones son accesibles a lectores de todos los lugares; el fin último de los libros, adrede o no, es el de enseñar y el del lector que lo lee, el de ser una persona a veces mejor, a veces peor, pero nunca la misma que abrió el libro.

Nuestra literatura como casi todas tiene características excepcionales. Su riqueza es extraordinaria y nace en el siglo XIX con una serie de grandes escritores. José Hernández y su Martín Fierro tienen un lugar privilegiado en ese canon.

Dice Borges que “después del Facundo de Sarmiento o con el Facundo, el Martín Fierro es la obra capital de la literatura argentina”, libro que, como todos, tiene muchas lecturas y la costumbrista es una; pero también se puede leer como panfleto de denuncia social, como un tratado de filosofía cotidiana o como poema épico.

El Martín Fierro tiene vocación de inmortal. Es un libro muy bien escrito y muy mal leído.

El libro se publicó en Buenos Aires a fines de 1872 y Borges dice que “su propósito no era literario sino político”. La batalla de Caseros no había mejorado la situación del gaucho y las continuas levas que se realizaban para engrosar el ejercito que defendía la frontera contra el indio habían convertido al gaucho en un perseguido.

Hernández quería denunciar estos abusos y, por suerte para nosotros, no encontró mejor medio que el verso. Nuestro autor no fue el creador de la literatura gauchesca, merito que recae en Bartolomé Hidalgo en el año de 1812. Los antecesores inmediatos de Hernández son Hilario Ascasubi con su Santos Vega y Estanislao del Campo con su Fausto, pero el autor del Martín Fierro no se limitó a recibir la tradición de esta poesía, “sino que la renovó y transformó. Su gaucho quiere conmovernos, no divertirnos.”

Cuenta Groussac que el libro se escribió en un hotel de la Avenida de Mayo en la ciudad de Buenos Aires. En una carta que Hernández le escribe a Zoilo Miguens le dice: “Quizá la empresa hubiera sido más fácil y de mejor éxito si me hubiera propuesto hacer reír a costa de la ignorancia del gaucho, como se halla autorizado por el uso en este género de composiciones; pero mi objeto ha sido dibujar a grandes rasgos, aunque fielmente sus costumbres, sus trabajos, sus hábitos de vida, su índole sus vicios y sus virtudes (…) Martín Fierro no va a la ciudad a referir a sus compañeros lo que ha visto y admirado en un 25 de Mayo o en otra función semejante, referencias algunas los azares de su vida de gaucho”.

La poesía gauchesca no nace en el interior, ni siquiera es propiedad del gaucho, “es un descubrimiento o invención de hombres de las ciudades”, dice Borges. Así resulta que hombres urbanos se compenetran con el lenguaje y las costumbres de la llanura; el contacto en las estancias y el hecho de que los regimientos de caballería de los ejércitos nacionales fueran comandados por hombres de la ciudad e integrados por gauchos, acercaron las costumbres y la forma de hablar del hombre del interior a la ciudad. La ausencia de dialectos rurales, ayudó; se hablaba una sola lengua y de la misma forma en todo el territorio. Este no es un tema menor, los dialectos hacen de la literatura costumbrista algo local de muy difícil difusión fuera de los ámbitos donde nacen.

El Martín Fierro lo trascendió a Hernández y a sus motivos para escribirlo. La primera edición del libro es publicada el 28 de noviembre de 1872. Es recibida con poco entusiasmo en la ciudad de Buenos Aires, al punto tal que la crítica de la época no se da por enterada de su aparición, no así en el interior que agota en dos meses la primera edición, superando las siete en dos años.

Es digno de destacar que con esta obra que el género se hace conocido entre los mismos gauchos al punto tal que muchos, la inmensa mayoría, no saben leer ni escribir memorizan sus estrofas. Tal vez su popularidad es producto de su mensaje político. Nicolas Shumway dice que “por primera vez, los gauchos oyeron hablar en su lengua de alienación, desgracias y frustraciones que eran las constantes de su existencia.”

El poema, añora un tiempo que tal vez nunca existió, en donde el gaucho vivía y desarrollaba su existencia de forma tranquila y bucólica. Añora un paraíso, pero desde Emerson para acá, sabemos que los únicos paraísos que existen son los perdidos. El Martín Fierro tiene la certeza de expresar los problemas de su época y de una sociedad profundamente dividida, al punto tal que esa discusión perduró y hoy todavía continúa, no ya con el magno poema sobre el tapete pero si con los misma conflictos en esencia.

Tal vez su mayor valor sea el literario. Sin duda es un libro capital que ha trascendido su época entrando en la inmortalidad de los clásicos.

Dice Fierro…

Soy gaucho… Mi gloria es vivir tan libre

Nací como nace el peje como el pájaro en el Cielo,

en el fondo de la mar, no hago nido en este suelo

naides me puede quitar ande hay tanto que sufrir

aquello que Dios me dio, y naides me ha de seguir

lo que al mundo truje yo cuando yo remonto el vuelo.

Del mundo lo he de llevar.

 

* Jorge Pablo Rosolen es presidente del Honorable Concejo Deliberante de Rivadavia y ha publicado numerosos artículos históricos.

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